Artículo publicado en La Voz de Galicia
Hace apenas un mes emprendía viaje rumbo a Ithaca, Nueva York, para realizar una estancia de trabajo como Visiting Scholar en la Universidad de Cornell. Lo primero que aprendí de Ithaca es que vive para su Universidad, la cual mueve toda su economía local. No en vano el condado de Tompkins es hoy el de mayor índice de creación de empleo de Estados Unidos, algo de lo que deberíamos tomar nota desde las ciudades gallegas, hoy depositarias del conocimiento generado en siete campus.
La Universidad, fundada en 1865 por Ezra Cornell, goza de ser parte de las top 15 a nivel mundial (ranking de Shanghai) y tiene el mérito de contar entre sus profesores con el famoso divulgador científico Carl Sagan, quien en vida tanto nos enseñó sobre el universo conocido. No obstante, no fue el Universo lo que me llevó a Cornell, sino el trabajo de psicología del cambio climático que el Profesor Gary Evans, viene desarrollando en los últimos años.
La estancia fue muy interesante, mientras el Covid-19 no hizo su aparición con fuerza desde la ciudad de Nueva York, cuyas autoridades no tardaron en establecer un toque de queda y el cierre de establecimientos dentro de la estrategia estatal de emergencia. El Rector dictó sus recomendaciones y prohibiciones, al tiempo que clausuraba servicios y ordenaba la conmutación a virtual para las actividades docentes y de organización como método básico. No me quedó más que recluirme primero en el Laboratorio de Análisis Ambiental y luego en mi apartamento de North Tioga Street, entre el campus y la ciudad. Más tarde, con el anuncio de cierre del espacio aéreo europeo. El temor a quedar “in the middle of nowhere” acabaría definitivamente con mi estancia, pero no sin antes haber tenido la oportunidad de enseñar en sus aulas y de participar en diversas reuniones de trabajo.
De todos modos, lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y ahora, desde mi encierro solidario, reflexiono sobre lo que la psicología social ha desarrollado para comprender mejor la naturaleza de la relación entre la experiencia humana y el espacio vital en el que nos sumerge el Covid-19: las teorías del riesgo, la incertidumbre y los efectos psicológicos sobre nuestras decisiones.
Hay un riesgo que a menudo produce reacciones negativas en las personas, influidas por sesgos cognitivos que acaban convirtiéndose en obstáculos mentales para ser proactivos y solidarios. Así, la actitud de negación por parte de algunos hacia la amenaza, les hace rechazar cualquier probabilidad de ser infectado. Violan las normas, interrumpen el confinamiento y ponen en peligro tanto a ellos mismos como a los demás. Es la asunción de la creencia de “no me va a pasar a mí”. Es un “Efecto de negación de antecedentes” que supone también la negación de las consecuencias.
El rechazo de esta probabilidad trae consigo un comportamiento para el que las autoridades han establecido mecanismos de intervención (multa, arresto…) no siempre muy populares para los que valoran la protección de las libertades, aún cuando tienen por objeto reducir la mortalidad o limitar el impacto económico más negativo. Ocurre en esas personas -no sin cierta soberbia- un proceso de autoengaño, una actitud de negación a racionalizar la importancia de la evidencia y los argumentos que aconsejan quedarse en casa.
El Covid-19, además de un riesgo físico, es también un riesgo para la salud mental. Afecta a las personas y a la sociedad produciendo disrupciones, miedo, pánico y estigmatización del colectivo con más riesgo, la gente mayor. Hay inseguridad sobre lo que puede ocurrir, incertidumbre y ansiedad, que es completamente normal y aparece intensificada ante cualquier rumor.
En estos casos, para minimizar su impacto, lo mejor es seleccionar bien la información, rechazando aquella menos contrastada, establecer rutinas diarias en casa, informar a los hijos con explicaciones sencillas de lo que está ocurriendo, leer, ver películas o hacer ejercicio físico y – algo magnífico para el equilibrio psicológico - soltar las riendas de la creatividad. ¿Quién de nosotros no tiene alguna afición, desde el bricolaje a la pintura o a la redacción de textos, o mismo a actividades culinarias?